
La primera sentencia de la JEP contra la cúpula de las FARC-EP establece una condena de ocho años de sanciones restaurativas por la política de secuestro, sin pena de cárcel. Mientras la JEP y organismos internacionales la califican como un hito histórico para la justicia transicional, diversas víctimas la rechazan por considerarla un acto de impunidad, generando un debate nacional sobre la proporcionalidad de las penas y la efectividad de la reparación.