
El decreto de conmoción externa centraliza el poder en Nicolás Maduro como respuesta directa a la presión militar estadounidense, mientras genera alarma interna por la posible supresión de garantías constitucionales y el aumento del autoritarismo.
¿Desea recibir notificaciones?
El decreto de conmoción externa centraliza el poder en Nicolás Maduro como respuesta directa a la presión militar estadounidense, mientras genera alarma interna por la posible supresión de garantías constitucionales y el aumento del autoritarismo.
El significativo despliegue militar de Estados Unidos en el Caribe, justificado como una operación antidrogas, ha sido interpretado por Venezuela como una amenaza directa a su soberanía, provocando una escalada en la retórica y en las medidas defensivas de Caracas.
Los ataques letales de Estados Unidos contra embarcaciones en el Caribe representan una escalada violenta en el conflicto, con Washington defendiéndolos como golpes al narcotráfico y Venezuela denunciándolos como masacres de civiles, lo que profundiza la desconfianza y el riesgo de una confrontación mayor.
La política de Estados Unidos hacia Venezuela, impulsada por figuras influyentes como Marco Rubio y Stephen Miller, se centra en una estrategia de máxima presión para lograr un cambio de régimen, utilizando la justificación de la lucha contra el narcotráfico para legitimar una creciente presencia militar en la región.
La posible ejecución de ataques con drones e incursiones militares por parte de EE. UU. en Venezuela representa una grave escalada, moviendo el conflicto de aguas internacionales a territorio soberano y aumentando el riesgo de una guerra directa.
Al amenazar directamente desde la tribuna de la ONU con destruir militarmente a los narcotraficantes venezolanos, Donald Trump elevó la confrontación a un nivel diplomático superior, legitimando su ofensiva en el Caribe como una acción de seguridad nacional.
En una clara señal de preparación para un conflicto, Venezuela ha movilizado a sus fuerzas armadas y milicias civiles a través de ejercicios y simulacros nacionales, materializando su respuesta defensiva ante la presencia militar de Estados Unidos en la región.
La caracterización de Venezuela como un 'narcoestado' dirigido por el 'Cartel de los Soles' es el principal argumento de Estados Unidos para legitimar su política de máxima presión, una acusación que Caracas rechaza como un pretexto para una intervención.
El gobierno venezolano ha respondido a la presión militar de Estados Unidos con una contundente advertencia diplomática, asegurando que cualquier ataque desencadenaría un conflicto regional de gran escala, en un intento por disuadir una intervención y consolidar apoyo internacional.
Colombia se encuentra en una posición geopolítica delicada, criticando la política de fuerza de EE. UU. en el Caribe y recibiendo elogios de Caracas, mientras gestiona sus propias tensiones con el régimen de Maduro y enfrenta las posibles consecuencias de una escalada militar en la región.