
Los ataques militares de EE.
UU. en el Caribe representan una escalada significativa en su política antidrogas, transformándola en una confrontación militar directa.
Mientras Washington justifica las acciones como una defensa de su seguridad nacional, países de la región como Colombia las condenan como un uso desproporcionado de la fuerza, exacerbando la inestabilidad geopolítica.