
El masivo despliegue militar estadounidense en el Caribe, justificado por Washington como una operación antinarcóticos, ha sido interpretado por Venezuela y otros actores regionales como una peligrosa escalada de presión que amenaza la paz. Esta movilización de buques, submarinos y aviones de combate ha provocado una enérgica respuesta militar y diplomática por parte de Caracas, llevando la relación bilateral a su punto más tenso en años.