
La negativa de cientos de reservistas a combatir en Gaza, sumada a las constantes protestas de los familiares de los rehenes, evidencia una creciente crisis de confianza en el liderazgo de Benjamín Netanyahu y su gestión de la guerra. Esta doble presión, militar y civil, pone de manifiesto una profunda división en la sociedad israelí sobre la legitimidad y la conducción del conflicto.