Donde el viento también enseña a amar
Crónica desde La Guajira, en el marco del Festival Francisco el Hombre Fui a La Guajira buscando información y detalles del nacimiento, de la historia de unaleyenda vallenata, quería tener más tiempo para perderme en el desierto y que el vientodesordenara mis cabellos y regrese a casa llena de cuestionamientos, con preguntasnuevas sobre el amor, si realmente había amado y existían otras formas de amar a lapareja.. Las preguntas llegaron cuando visité la ranchería Iwouyaa, donde Vanessa, su líder, nosrecibió. Nos recibieron con chirrinchi, friche, preparaciones típicas de la cultura Wayuu, nospidió acomodarnos en las hamacas dispuestas para nosotros y mientras, nosotros nosrelajamos y balanceaban, ella de pie, frente a nosotros, durante casi 2 horas nos compartiócada detalle de su etnia, cuando llegó el momento de hablar del Amor de pareja, losacuerdos, la procreación, sentí que algo en mí —algo antiguo y urgente— se removía. La Ranchería se encuentra a solo 2 kilómetros de la Riohacha, la capital de la Guajira, elviento es poderoso y el sol potente, encontré más que un paisaje exótico: encontré unacultura que resiste sin hacer ruido. La cultura wayuu no se exhibe. Se revela en gestos, ensilencios, en tejidos que cuentan historias más profundas que cualquier discurso. En la hamaca, bajo la sombra escasa y risas discretas, empecé a entender una formadistinta de ver el mundo. Y, sobre todo, de entender las relaciones humanas. Me hablarondel amor, pero no con las palabras que solemos usar. No había promesas eternas, ni ideasde sacrificio, dependencia, y menos de fidelidad por parte del hombre, ya que tienepermitido tener varias mujeres y hogares, viven en un sistema poligamo. En la estructura social wayuu, el amor de pareja no se coloca por encima del amor al clan,ni mucho menos sobre la autonomía individual. La figura del hombre como “visitante” dentrodel espacio femenino rompe con el imaginario patriarcal que muchas hemos interiorizadosin cuestionar. El hogar pertenece a la mujer. El linaje es materno. Y el poder no se grita: seejerce. Esa forma de vivir el amor, más comunitaria, más consciente, menos centralizada en lapareja como destino final, me confronta. Me hizo revisar las veces que confundí el amor conla entrega absoluta, con el romanticismo, con el silencio que se traga los límites. Yo también he negociado mi voz, pero ese día, sentada entre mujeres wayuu quehablaban con firmeza y ternura a la vez, entendí que existe otra manera de amar: una queno duele, que no exige renuncia, que no doméstica el deseo ni la voluntad, que escoge laprotección de ella, su tierra y su familia. El Caribe, mi Caribe, se me reveló más ancho. No solo como un lugar geográfico, sino comoforma de habitar el mundo. Lo vi en los ojos de esas mujeres que han sabido resistir alextractivismo, al machismo, al olvido institucional. Ellas, que no esperan ser salvadas pornadie. Ellas, que enseñan sin imponer. Mientras, el Festival Francisco el Hombre, vibraba en las noches: la música, los versos, lostambores, la competencia, paralelo a un agenda cultural con pasarela de moda, desfiles debailes y conciertos con grandes artistas nacionales. Volví de La Guajira distinta. No iluminada, no resuelta, pero sí más curiosa sobre esemisterio llamado Amor. Más firme en la intuición de que el amor no tiene que doler para serverdadero. Que no todo vínculo es destino. Y que, a veces, hay que alejarse del ruido delmundo para escuchar la voz de lo esencial. El Amor se aprende, esa frase dicha por la lideresa de la ranchería, quedó retumbando enmi, está haciendo su revolución. El departamento de la Guajira cumplió 60 años y el Festival Francisco el Hombre celebró suDécimo séptima versión. Crecimos escuchando, sobre todo en el caribe colombiano quehabía un hombre que viajaba por todos los corregimientos con su acordeón, que era elmejor, enamoraba con sus notas y sus cantos, hasta que un día se encontró con uncontrincante que lo hizo dudar de su talento, era al diablo. Una noche, rodeados de ungran púbico se enfrentaron, el diablo al tener ventaja al usar sus maleficios iba ganando elduelo. Francisco el Hombre, tuvo una revelación, se le ocurre cantar el credo al revés y salevencedor. Francisco el Hombre si existió de verdad, no es una leyenda. Galán es un pueblo localizadoa 45 min de Riohacha, donde nació la Leyenda viva. John Jairo Luque Brito es unGalanense ,soñador , apropiado de su cultura y desde hace 10 años se ha dado a la tareade que su pueblo donde era oriundo Francisco Rada Batista (1907-2003) Francisco elHombre, tenga el reconocimiento que se merece, por tal razón se formó como guia deturismo y poco a poco ha puesto en el mapa la tierra natal del hombre que le da nombre auno de los Festivales más importantes de Colombia. Francisco una leyenda contemporánea, uno de los últimos juglares vallenatos, nace en Galanpor los infortunios de la vida, en una época donde las gentes viajaban de un lugar a otrobuscando mejores oportunidades, sus padres que eran de otro pueblo llamado Moreno, lacapital del comercio, fueron desplazados a Galan por un siniestro provocado por lascomunidades Wayuu, estos al verse invadidos por arijuna (nombre que le dan los wayuu alos que no son de su etnia ) . Luque Brito, tiene un gran sueño y trabajo por delante que ya ha tomado forma, con elapoyo de artistas como Angel Acosta, artesanos e investigadores,desarrollaron lamuseología para el que será el museo Francisco el Hombre en su pueblo natal. Ademáslogró regresar el monumento que habían llevado a Riohacha y ahora instalarán en la granplaza Francisco el Hombre, otro sueño el cual se construirá en terreno que ha sido donadopor él y personas del común. Luque Brito quiere que la Fundación Francisco el Hombre sea un semillero de nuevosartistas y de preservación de la cultura vallenata, la tienen los acordeones, faltan losmaestros y los procesos de formación. Lilo PiedrahitaMaster en Periodismo de viaje La entrada Donde el viento también enseña a amar se publicó primero en El Bolivarense.