
El atentado del 21 de agosto dejó profundas cicatrices en Cali, con pérdidas humanas, graves daños materiales y un impacto negativo en la economía y la percepción de seguridad. Sin embargo, también desató una notable ola de solidaridad entre la ciudadanía, el sector privado y las instituciones, que se unieron para apoyar a las víctimas y comenzar el proceso de recuperación.