La encrucijada de Petro: entre la soberanía regional y el pragmatismo económico frente a Venezuela



En medio de la creciente tensión entre Estados Unidos y Venezuela, el presidente de Colombia, Gustavo Petro, ha establecido una política exterior que busca distanciarse tanto del gobierno de Nicolás Maduro como de una intervención militar. A través de su cuenta de X, el mandatario afirmó: “Yo no apoyo a Maduro, pero no apoyo una invasión”, insistiendo en que la única salida viable a la crisis venezolana debe ser pacífica y negociada. La principal advertencia de Petro se centra en las devastadoras consecuencias que, según él, una acción militar tendría para Colombia. En el plano económico, aseguró que una invasión provocaría el desplome de los precios internacionales del petróleo.
Este escenario, afirmó, llevaría a la “quiebra” de la empresa estatal Ecopetrol, afectando gravemente las finanzas públicas del país.
Petro argumentó que el interés real detrás de las presiones no es la democracia, sino el petróleo, y que un conflicto generaría un “monopolio árabe” sobre el crudo.
Calificó de “irresponsables los apátridas” a quienes en Colombia celebran la posibilidad de una invasión, sin considerar este impacto económico. En el ámbito social y humanitario, el presidente alertó que un conflicto armado multiplicaría el éxodo de ciudadanos venezolanos hacia Colombia, un país que ya ha recibido a millones de migrantes. Cuestionó qué pasaría si la guerra intensificara un fenómeno que ya ha transformado la realidad social y económica nacional.
Por ello, su gobierno se posiciona en un rol de mediador, buscando una transición con garantías y elecciones transparentes, como lo ha sugerido la canciller Rosa Villavicencio.
Esta postura ha generado diversas reacciones.
La oposición colombiana, en voz del expresidente Álvaro Uribe, la interpreta como una defensa indirecta de Maduro “disfrazada de neutralidad”. Por otro lado, sus aliados la ven como un acto de soberanía y una defensa de la autonomía latinoamericana. La estrategia de Petro, descrita como una ambigüedad deliberada, busca mantener canales de diálogo abiertos con Caracas sin comprometerse con el chavismo, aunque esto podría generar tensiones en la relación con Estados Unidos, un socio estratégico para Colombia.














