Colombia lidera la disidencia en la COP30 ante un acuerdo climático sin compromisos sobre combustibles fósiles



La Conferencia de las Partes número 30 (COP30) finalizó en Belém, Brasil, con la aprobación de un documento final que generó un profundo descontento en varias delegaciones al no incluir una hoja de ruta clara ni compromisos explícitos para la eliminación progresiva de los combustibles fósiles, considerados la principal causa del calentamiento global.
El resultado fue calificado como “tibio” por países como Colombia y España, y dejó un sinsabor generalizado entre las organizaciones ambientalistas. El presidente de Colombia, Gustavo Petro, se erigió como una de las voces más críticas contra el acuerdo, manifestando el rechazo rotundo de su gobierno al texto. Petro argumentó que el documento “omite la verdad científica” al no señalar directamente al petróleo, el carbón y el gas como la causa de la crisis climática, calificando de “hipocresía” cualquier declaración que no parta de este reconocimiento. El mandatario subrayó que su postura no es ideológica, sino que se basa en la ciencia y en el mandato de convertir a Colombia en una “potencia mundial de la vida”. Durante las negociaciones, una coalición de más de 80 países, entre ellos Colombia, exigió la inclusión de una mención directa al abandono de los combustibles fósiles. Sin embargo, esta iniciativa enfrentó la fuerte resistencia de naciones productoras y grandes consumidoras de hidrocarburos, como Arabia Saudita, Rusia, China e India, quienes presionaron exitosamente para eliminar dicha referencia del borrador final. El texto resultante, conocido como “Mutirão”, solo insta a acelerar la acción climática de forma voluntaria y a reducir las emisiones de gases de efecto invernadero en un 43 %, sin especificar la fuente. Como respuesta a este resultado, Colombia anunció, en conjunto con Holanda, la organización de una conferencia internacional contra los combustibles fósiles en Santa Marta para abril de 2026. A pesar de la controversia, la cumbre logró algunos avances, como la decisión de triplicar el financiamiento para la adaptación climática de los países en desarrollo, aunque con un mecanismo voluntario, y el reconocimiento por primera vez de los derechos de los pueblos indígenas en aislamiento.













