Guainía: El turismo comunitario como alternativa sostenible a la minería ilegal



Durante décadas, la minería ilegal de oro ha sido el principal motor económico de Guainía, dejando una huella de contaminación por mercurio y destrucción ambiental. Esta actividad, que tuvo su apogeo en los años 90 con hasta 1.200 balsas operando en el río Inírida, sigue siendo un refugio económico para muchas familias, a menudo blanqueando oro extraído ilegalmente a través del Registro Único de Comercializadores de Minerales (RUCOM). A pesar de que el Plan de Desarrollo Departamental la sitúa en un quinto lugar de importancia económica, gran parte del comercio de Inírida, la capital, depende del flujo de oro, incluyendo el proveniente de Venezuela. Frente a este panorama, el turismo ha experimentado un crecimiento exponencial desde 2021, impulsado por el interés post-pandemia en destinos naturales y la promoción del departamento. El número de visitantes aumentó cerca de un 40% entre 2022 y 2024, y la infraestructura turística ha crecido notablemente, con un incremento del 254% en agencias de viajes y más del doble en capacidad hotelera desde 2019. El principal atractivo son los Cerros de Mavicure, que atraen al 98% de los turistas, aunque también se han consolidado nichos como el aviturismo, que genera mayores ingresos y estadías más largas.
Sin embargo, este auge no está exento de riesgos.
El turismo masivo ejerce presión sobre ecosistemas frágiles, generando problemas como el manejo de residuos sólidos en zonas sin infraestructura adecuada. El antropólogo Leonardo Ladino advierte sobre la falta de estudios de capacidad de carga y critica una visión institucional centrada en la infraestructura que choca con la perspectiva cultural y comunitaria de los pueblos indígenas. Además, el desarrollo turístico se impuso en algunas comunidades sin procesos de consulta previa, obligándolas a aprender sobre la marcha y arriesgando el desplazamiento de saberes tradicionales.
Como respuesta, han surgido exitosos modelos de turismo comunitario que integran la sostenibilidad y la cultura local. En Laguna Morocoto, la asociación Halamo transformó una economía basada en la tala y cultivos de coca en una oferta de agroturismo centrada en el açaí. En La Ceiba, 30 familias que antes dependían de la minería ahora participan en la "ruta de la miel", protegiendo a las abejas y compartiendo sus conocimientos. Estos proyectos demuestran el potencial de Guainía para convertirse en un referente de turismo que protege su riqueza natural y cultural, ofreciendo una alternativa real a la economía extractivista.





