Sus publicaciones incluían fotos y videos en los que exhibía armamento y detallaba sus actividades dentro del grupo disidente.
Incluso realizaba transmisiones en vivo, una práctica que, según habitantes de la zona, “lo hicieron visible” y facilitaron su localización por parte de la fuerza pública. El operativo que culminó con su muerte se registró en una zona montañosa del departamento de Putumayo, cerca de la frontera con Ecuador.
Las autoridades habrían logrado rastrearlo gracias a la información geoespacial y contextual que él mismo proporcionaba en sus publicaciones. La comunidad local afirma que su caída era previsible, señalando que la sobreexposición digital fue el factor clave que marcó su final.
El caso ilustra una paradoja del conflicto moderno, donde el deseo de notoriedad en el mundo virtual puede tener consecuencias fatales en el mundo real, transformando las redes sociales en una vulnerabilidad estratégica para quienes operan en la clandestinidad.







