Las celebraciones de Halloween en varias ciudades de Colombia se vieron marcadas por las denominadas “caravanas del terror”, movilizaciones masivas de motociclistas que generaron caos vial, accidentes y una fuerte respuesta de las autoridades. Este fenómeno social, que se repite anualmente, reabrió el debate sobre los límites de la celebración, la seguridad ciudadana y la responsabilidad de los participantes. El fenómeno de las “caravanas del terror” se consolidó como una de las tendencias más problemáticas durante la noche del 31 de octubre, con reportes de desórdenes en múltiples ciudades como Bogotá, Medellín, Bucaramanga, Cali, Montería y Yopal. Los artículos describen un patrón recurrente: cientos de motociclistas, muchos de ellos disfrazados y sin cumplir las normas de tránsito, se tomaron las principales avenidas, realizando maniobras peligrosas, bloqueando intersecciones y generando un ambiente de intimidación.
Las consecuencias fueron graves, incluyendo siniestros viales con múltiples heridos y víctimas fatales, como la tragedia en Sucre donde murieron tres personas, dos de ellas trabajadores ajenos a la caravana. Las autoridades respondieron con un despliegue masivo de fuerza pública, puestos de control y la imposición de decretos que restringían la circulación de parrilleros y establecían toques de queda para motocicletas. En Medellín, los operativos dejaron más de 500 motos inmovilizadas y cerca de 1.400 comparendos.
En Bucaramanga, la jornada fue calificada como una “noche de horror” que expuso a la ciudadanía a un “grave peligro”. La situación escaló en Bogotá, donde las protestas de los moteros contra las restricciones terminaron en agresiones a un equipo periodístico de Noticias Caracol. El debate público se ha centrado en la necesidad de “mano dura y castigos drásticos”, como lo exigen algunas columnas de opinión, frente a un fenómeno que transforma una celebración familiar en una amenaza para el orden público y la seguridad vial.
En resumenLas 'caravanas del terror' de Halloween se convirtieron en un fenómeno nacional que evidenció la tensión entre la celebración y la seguridad pública. Los desórdenes generalizados, los accidentes fatales y la contundente respuesta de las autoridades subrayan la necesidad de una regulación más estricta y una mayor conciencia cívica para evitar que estas movilizaciones terminen en tragedia.