La difusión de un video en redes sociales que muestra la brutal agresión contra Samantha, una perra Golden Retriever de 14 años, en la localidad de Usaquén en Bogotá, provocó una ola de indignación ciudadana. La presión social derivó en una rápida intervención interinstitucional que culminó con el rescate del animal y el inicio de acciones legales contra el agresor. El caso se conoció después de que un video de seguridad mostrara a un hombre, identificado como Andrés Mauricio Ariza, golpeando y pateando repetidamente a la perra en un pasillo de un edificio residencial. La viralización de las imágenes fue inmediata, lo que llevó al Instituto Distrital de Protección y Bienestar Animal (IDPYBA), junto con la Policía y la Fiscalía, a realizar un operativo de rescate. En la valoración inicial, se determinó que Samantha presentaba dolor y signos de agresiones físicas recientes.
La indignación ciudadana no se detuvo ahí; vecinos y activistas realizaron un plantón frente al edificio Milano Park para exigir justicia.
La presión continuó al conocerse que el agresor tenía otros dos gatos en su poder, los cuales escondió durante la primera visita de las autoridades. Sin embargo, gracias a la insistencia de la comunidad y nuevas acciones institucionales, los felinos también fueron rescatados y puestos bajo protección del IDPYBA.
El presunto agresor fue judicializado y enfrenta un proceso penal por maltrato animal.
Este caso se ha convertido en un ejemplo del poder de la denuncia ciudadana a través de las redes sociales para activar una respuesta institucional contundente y visibilizar la crueldad animal, impulsando un llamado a la acción para que los testigos de estos hechos utilicen los canales oficiales como la Línea 123.
En resumenEl caso de la perrita Samantha, cuyo maltrato fue expuesto en un video viral, demuestra el poder de la denuncia ciudadana y las redes sociales para movilizar a las autoridades. La indignación colectiva resultó en el rescate del animal y de otros dos gatos, además del inicio de un proceso penal contra el agresor, sentando un precedente sobre la intolerancia social hacia la crueldad animal.