Su popularidad, impulsada por la cultura pop de los años 90, ha dado paso a un debate sobre clasismo y estereotipos, recientemente avivado por declaraciones de figuras públicas. El nombre Brayan, que alcanzó su máxima popularidad en Colombia durante los años 90 y 2000, se ha transformado en un marcador social que refleja tanto las aspiraciones de una generación como los prejuicios latentes en la sociedad. Con más de 165.000 personas registradas con este nombre, su masificación evidencia la influencia de la cultura pop y la globalización, que lo posicionaron como una opción moderna y con un aire internacional. Sin embargo, con el tiempo, el nombre ha sido cargado de connotaciones negativas y estereotipos clasistas, asociándolo a ciertos sectores populares.

Esta estigmatización se vio avivada recientemente por declaraciones públicas del presidente Gustavo Petro, lo que desató un intenso debate nacional.

Como respuesta, cientos de jóvenes y adultos llamados Brayan utilizaron las redes sociales para reivindicar su identidad, compartiendo sus logros profesionales en campos como la medicina, el derecho y las artes, desafiando así los prejuicios.

La reacción fue tan contundente que incluso algunas marcas lanzaron campañas virales ofreciendo beneficios a quienes portan el nombre.

Este fenómeno social demuestra cómo un nombre puede cargarse de significados que trascienden lo personal, convirtiéndose en un símbolo de diversidad, resiliencia y la lucha contra la discriminación en un país que busca reconocerse en su pluralidad.