La compra se financiará a lo largo de los próximos siete años, lo que significa que gran parte del costo será asumido por los dos siguientes gobiernos.

La decisión ha generado controversia política.

El ministro de Defensa, Pedro Sánchez, reaccionó con visible incomodidad ante preguntas sobre posibles comisiones en el contrato.

Además, la oposición ha vinculado la compra con la prolongada estadía de la primera dama, Verónica Alcocer, en Suecia, sugiriendo un posible conflicto de intereses. A pesar de que la elección de los Gripen suecos sobre los F-16 estadounidenses se presenta como una búsqueda de mayor autonomía, la aeronave depende de componentes clave de EE. UU., como su motor, lo que mantiene un grado de dependencia en medio de las tensiones diplomáticas con la administración Trump.