Esta crisis diplomática es el reflejo de profundas diferencias en política exterior, lucha antidrogas y posturas frente a conflictos internacionales como el de Gaza. El punto de quiebre fue la participación de Petro en una manifestación en Nueva York, donde instó a soldados estadounidenses a desobedecer órdenes del presidente Donald Trump, lo que Washington calificó de “imprudente e incendiario”. Como respuesta, y en un acto de solidaridad, la canciller Rosa Villavicencio y otros ministros anunciaron su renuncia al uso de sus visas. A esta tensión se suman otras fricciones: la descertificación de Colombia en la lucha antidrogas, las críticas de EE. UU. en el Consejo de Seguridad de la ONU a la política de “Paz Total” por su “retórica incendiaria”, y el rechazo de Petro a las operaciones militares estadounidenses en el Caribe, que calificó como “asesinato” de jóvenes pobres.
Petro también reveló que EE.
UU. solicitó la devolución de 150 armas que custodiaban la Casa de Nariño, afirmando que “el Palacio de Nariño quedó desarmado” y calificando el hecho como “indigno”. Este conjunto de episodios evidencia un distanciamiento significativo del tradicional alineamiento de Colombia con Washington, generando incertidumbre sobre el futuro de la cooperación bilateral en seguridad y comercio.