Dependerá del pueblo”.

Esta frase encendió las alarmas en la oposición y en analistas políticos, quienes ven en sus palabras un posible sondeo de la opinión pública frente a una reforma constitucional que permita un segundo mandato.

Posteriormente, Petro intentó matizar sus declaraciones, asegurando no ser “adicto al poder”. “A mí no me interesa el poder ni perpetuarme.

Siempre he creído que los adictos al poder terminan en la tristeza y la soledad, sea en una cárcel o en una hacienda donde lo dejan solitario”, señaló. Sin embargo, la ambigüedad de su mensaje inicial ya había calado en el debate público. Adicionalmente, el presidente generó más polémica al afirmar que su último año de mandato “será el primer año del próximo gobierno progresista en Colombia”, lo que refuerza la idea de que buscará la continuidad de su proyecto político, ya sea a través de un sucesor o, como algunos temen, de una reelección. Estas declaraciones se producen en un clima de alta polarización y en el inicio de la carrera electoral para 2026, lo que añade un elemento de incertidumbre sobre las reglas de juego democrático en el país.