El expresidente Álvaro Uribe Vélez sorprendió al panorama político y judicial al anunciar su renuncia a la prescripción de la acción penal en el proceso que enfrenta por soborno a testigos y fraude procesal. La decisión, comunicada formalmente al Tribunal Superior de Bogotá, busca evitar que el caso se cierre por vencimiento de términos el próximo 16 de octubre y fuerza a la justicia a emitir un fallo de fondo sobre su condena de 12 años en primera instancia. En una carta dirigida a los magistrados, Uribe afirmó que no busca beneficiarse de un tecnicismo legal y que su interés es que se realice un análisis "sereno, ponderado e integral de la prueba". El exmandatario sostuvo que "aún con el peso de la injusta condena y estando mi libertad en juego, no puedo declinar el camino de la verdad". Con esta maniobra, el proceso judicial, que estaba contra el reloj, podría extenderse hasta dos años más para que el tribunal resuelva la apelación.
La decisión ha generado diversas reacciones.
Su defensa, encabezada por los abogados Jaime Lombana y Jaime Granados, la califica como un acto de transparencia para que la justicia falle sin afanes. Por otro lado, el senador Iván Cepeda, víctima reconocida en el proceso, la consideró una "estratagema" y "algo más de imagen que de otra cosa", argumentando que Uribe busca dilatar una decisión de segunda instancia para poder hacer campaña política en libertad. El abogado Miguel Ángel del Río la calificó como un "cálculo electoral" para evitar que un fallo adverso impacte las elecciones de 2026. Juristas señalan que, aunque la renuncia tiene un fuerte impacto político, su efecto legal solo sería vinculante una vez se configure el derecho a la prescripción.
En resumenLa renuncia del expresidente Álvaro Uribe a la prescripción de su proceso judicial es una jugada estratégica con profundas implicaciones políticas y legales. Al forzar un fallo de fondo, busca legitimar su defensa y evitar un cierre por tecnicismos, reconfigurando el cronograma judicial en pleno año preelectoral. Mientras su defensa lo presenta como un acto de transparencia, sus opositores lo ven como una maniobra para dilatar una decisión y mantener su capital político activo.