El fallecimiento del senador y precandidato presidencial Miguel Uribe Turbay, tras dos meses de luchar por su vida después de un atentado sicarial, ha generado una profunda conmoción en Colombia. Este suceso no solo enluta a la nación, sino que revive el espectro de la violencia política y altera drásticamente el escenario de cara a las elecciones de 2026. El asesinato del senador del Centro Democrático, ocurrido en la madrugada del 11 de agosto a causa de una hemorragia cerebral, ha sido catalogado oficialmente como magnicidio por la Fiscalía General de la Nación. Este hecho retrotrae al país a los periodos más cruentos de la violencia política de finales de los años ochenta y noventa, evocando los asesinatos de figuras como Luis Carlos Galán, Carlos Pizarro y Bernardo Jaramillo Ossa.
La tragedia se acentúa por el paralelismo histórico con el asesinato de su madre, la periodista Diana Turbay, en 1991. Uribe Turbay, de 39 años, se había consolidado como una de las figuras más visibles de la oposición al gobierno de Gustavo Petro y fue el senador más votado en las elecciones de 2022. Su muerte ha provocado una ola de rechazo unánime y llamados a la unidad nacional desde todas las orillas políticas, incluyendo al presidente Petro, quien calificó el hecho como “una derrota para Colombia y la Vida”, y al expresidente Álvaro Uribe, quien lamentó que “mataron la esperanza”. La conmoción ha trascendido fronteras, con pronunciamientos de condena por parte de gobiernos y líderes internacionales, como el secretario de Estado de Estados Unidos, Marco Rubio, y la ONU, quienes han exigido justicia y garantías para la democracia. El Congreso de la República y varias alcaldías, como las de Bogotá, Medellín y Barranquilla, decretaron tres días de duelo, suspendiendo la agenda legislativa para rendirle homenaje en cámara ardiente.
En resumenEl asesinato de Miguel Uribe Turbay, calificado como magnicidio, no solo elimina a un prominente líder de la oposición, sino que también sumerge a Colombia en un estado de duelo colectivo e incertidumbre política, reavivando traumas históricos y generando serias dudas sobre la seguridad del próximo ciclo electoral.