En varias ocasiones, ha afirmado que “podría haber discusiones” porque “Venezuela quiere hablar”, e incluso anunció que tenía “algo muy específico que decirle”.

Esta aparente apertura al diálogo ha sido correspondida por Maduro, quien ha manifestado estar listo para una conversación “cara a cara” para resolver las diferencias por la vía diplomática.

Sin embargo, estas declaraciones coexisten con una retórica beligerante y una creciente presión militar.

Trump no ha descartado el envío de tropas a Venezuela y ha justificado las operaciones en el Caribe como una lucha contra los cárteles que “están matando a nuestra gente”.

Esta estrategia dual, descrita como una “ambivalencia calculada”, mantiene en “máxima tensión” a la región. La Casa Blanca combina la presión del despliegue militar sin precedentes con mensajes que sugieren una posible salida negociada, una táctica que busca debilitar al régimen chavista manteniendo abiertas todas las opciones, desde la diplomacia hasta la confrontación directa.

Esta dualidad estratégica confunde tanto a aliados como a adversarios sobre las verdaderas intenciones de Washington, aunque el objetivo final parece ser forzar un cambio en Venezuela.