El despliegue del USS Gerald R. Ford, el portaaviones más grande y avanzado de la flota estadounidense, en aguas del mar Caribe, representa una significativa escalada en la presión militar de Washington sobre Venezuela. Su llegada, enmarcada en una operación contra el narcotráfico, es percibida por el gobierno de Nicolás Maduro como una amenaza directa a su soberanía. El Comando Sur de Estados Unidos confirmó que el buque de guerra nuclear se incorporó a las operaciones en la región para combatir el “narcoterrorismo” y desmantelar redes criminales transnacionales. Con más de 335 metros de eslora y capacidad para operar durante años sin repostar, el USS Gerald R. Ford es un símbolo del poderío militar estadounidense. Su presencia es parte de un despliegue sin precedentes en la región, que incluye otros seis navíos en el Caribe, uno en el Pacífico, y aviones de combate F-35 en Puerto Rico. Esta concentración de fuerza no se veía desde la invasión de Panamá en 1989. La administración Trump justifica la movilización como una medida necesaria para “detener el flujo de drogas”.
Sin embargo, desde Caracas, la lectura es muy diferente.
El gobierno venezolano ha calificado el despliegue como una “amenaza imperial” y ha respondido con la movilización de sus propias fuerzas armadas. La llegada del portaaviones coincide con el lanzamiento de la ‘Operación Lanza del Sur’ y declaraciones de altos mandos militares estadounidenses que afirman estar “listos” para actuar en Venezuela si se les ordena, lo que alimenta los temores de una intervención militar inminente.
En resumenLa llegada del portaaviones USS Gerald R. Ford al Caribe, justificada por EE. UU. como una operación antinarcóticos, ha sido interpretada por Venezuela como una provocación y una amenaza directa, lo que ha llevado a una escalada de la tensión militar y a la movilización de las fuerzas armadas venezolanas.