El pacto, proyectado a diez años, abarca áreas clave como seguridad, energía y tecnología, consolidando a Moscú como el principal aliado geopolítico de Caracas frente a las acciones de Estados Unidos. La entrada en vigor del acuerdo fue anunciada en un momento de máxima tensión, coincidiendo con el despliegue militar estadounidense en el Caribe. Esta alianza no es nueva, pero su formalización y ampliación en este contexto envía un mensaje contundente.

El acuerdo busca profundizar la cooperación en múltiples frentes, reforzando los lazos que han permitido a Venezuela sortear parcialmente las sanciones estadounidenses y mantener su capacidad militar.

La reacción de Rusia a la escalada ha sido de firme condena. El Kremlin ha negado haber recibido solicitudes de ayuda militar por parte de Venezuela, pero ha sido claro en su postura. El portavoz presidencial, Dmitri Peskov, instó a que las acciones de EE.

UU. se ajusten al derecho internacional para no desestabilizar la región.

Por su parte, el ministro de Exteriores, Serguéi Lavrov, calificó los ataques de Washington a supuestas narcolanchas como “ilegales” e “inaceptables”.

Además, las cámaras del parlamento ruso instaron a la comunidad internacional a condenar las “acciones provocadoras de EE.

UU.” contra Venezuela, posicionando a Moscú como un defensor diplomático y estratégico del gobierno de Maduro.