Paralelamente, Estados Unidos ha mantenido una estrecha cooperación militar con Panamá, realizando entrenamientos en la selva.

Ante la creciente tensión, el presidente panameño, José Raúl Mulino, defendió esta colaboración como parte de acuerdos de seguridad conjunta, pero fue enfático al asegurar que su país no apoyará ningún “acto hostil contra Venezuela”. Estas maniobras son una pieza clave en la estrategia de Washington, que combina la narrativa antidrogas con una demostración de fuerza y la consolidación de alianzas en el “patio trasero” de Venezuela. Aunque los países socios buscan mantener un equilibrio diplomático, su participación en estos ejercicios es percibida por Caracas como una adhesión a la política de presión de la administración Trump.