La agresiva campaña militar de Estados Unidos en el Caribe ha generado una notable fricción diplomática, llevando a aliados clave como el Reino Unido y Colombia a suspender su cooperación de inteligencia y provocando la condena de potencias como Rusia. La estrategia de la administración Trump, lejos de consolidar un frente unido, ha comenzado a aislar a Washington por sus métodos unilaterales. Según informes de CNN, el Reino Unido suspendió su colaboración hace más de un mes, negándose a proporcionar información que pudiera ser utilizada para ataques letales, considerados “ilegales”. De manera similar, Colombia, un socio estratégico histórico de EE. UU. en la lucha antidrogas, también decidió pausar el intercambio de inteligencia, marcando un punto de quiebre en la cooperación bilateral.
Francia, por su parte, ha expresado su preocupación por los bombardeos.
En respuesta a las críticas europeas, el secretario de Estado, Marco Rubio, defendió el derecho de su país a operar militarmente en “su hemisferio”, desestimando las objeciones. En el otro lado del espectro geopolítico, Rusia ha reaccionado enérgicamente. El Kremlin, a través de su portavoz Dmitri Peskov, instó a Washington a no tomar medidas que desestabilicen a Venezuela y a actuar en concordancia con el derecho internacional.
El ministro de Exteriores ruso, Serguéi Lavrov, calificó los ataques a las lanchas como “ilegales” e “inaceptables”.
Este panorama diplomático revela que la ofensiva de Trump no solo ha fortalecido la narrativa de resistencia de Maduro, sino que también ha erosionado la confianza de sus propios aliados.
En resumenLa campaña militar de EE. UU. en el Caribe ha tensado las relaciones con aliados clave como el Reino Unido y Colombia, que han suspendido la cooperación de inteligencia, y ha suscitado la condena de Rusia, aislando la postura agresiva de Washington en el escenario internacional.