Esta continuidad en la política migratoria subraya la compleja y, a menudo, contradictoria relación entre ambos países.
Se confirmó la llegada de un vuelo al aeropuerto de Maiquetía, proveniente de Texas, con 279 venezolanos repatriados.
Este hecho ocurre mientras el portaaviones USS Gerald R. Ford patrulla el Caribe y ambos gobiernos intercambian acusaciones.
La política de deportación se ha convertido en un punto de fricción adicional, especialmente tras las revelaciones del informe de Human Rights Watch. Dicho informe documenta que algunos de los venezolanos deportados por Estados Unidos no son devueltos a su país de origen, sino enviados a una megacárcel en El Salvador, donde sufren torturas y abusos. Esta práctica crea una doble realidad: por un lado, existe una cooperación funcional mínima para llevar a cabo las deportaciones; por otro, la misma política migratoria es fuente de graves denuncias de violaciones a los derechos humanos que complican aún más el panorama diplomático. La situación de los deportados se convierte así en un elemento central de la crisis, mostrando las consecuencias humanas directas de las decisiones políticas tomadas en Washington.













