Países que históricamente mantenían una postura neutral o incluso amistosa con Venezuela se ven ahora en una encrucijada. Un ejemplo es Trinidad y Tobago, un vecino cercano que fue aliado de Caracas y ahora se alinea con Estados Unidos.

Este cambio estratégico se produce mientras las comunidades locales, como los pescadores trinitenses, sufren las consecuencias directas de la militarización, temiendo por su seguridad en el mar. Por otro lado, naciones como Panamá, a pesar de albergar ejercicios militares estadounidenses, han intentado mantener una postura de no beligerancia, con su presidente declarando que no participará en "actos hostiles" contra Venezuela. La ofensiva de Trump, según algunos análisis, ha resultado contraproducente, ya que la pérdida de cooperación de aliados clave como Colombia y el Reino Unido ha fortalecido la narrativa de Maduro contra el "imperialismo" estadounidense. La región se ha convertido en un escenario de competencia hegemónica, donde cada país debe calcular cuidadosamente sus movimientos en un entorno cada vez más polarizado.