Países como Francia, el Reino Unido y Colombia han expresado su preocupación y han tomado medidas para distanciarse de estas controvertidas operaciones militares. Colombia tomó la decisión de suspender la cooperación de inteligencia con Washington en relación con estas operaciones. De manera similar, un informe de la cadena 'CNN' reveló que el Reino Unido había pausado el intercambio de información que pudiera ser utilizada para la detonación de objetivos en el Caribe desde hace más de un mes, por considerar los ataques "ilegales". Francia también se sumó a las críticas, y su ministro de Asuntos Exteriores, Jean-Noël Barrot, afirmó que su país está "preocupado" por los bombardeos.
Estas posturas contrastan con la defensa de la campaña por parte de figuras como el senador Marco Rubio, quien en una reunión del G7 desestimó las críticas europeas afirmando: "No pueden determinar como EE.
UU. defiende su seguridad nacional".
A pesar de esta defensa, la Unión Europea ha mostrado reservas, y expertos de la ONU han advertido sobre la ilegalidad de las acciones. Esta fractura diplomática evidencia que la estrategia unilateral de Washington no cuenta con el respaldo de sus socios, quienes cuestionan la legalidad y la proporcionalidad de los ataques, lo que aísla a la administración Trump en su enfoque de mano dura en la región.













