La tensión culminó con un resultado diplomático fracturado: Venezuela y Nicaragua se negaron a firmar la declaración final de 52 puntos, un documento que buscaba reafirmar la cooperación birregional. La postura de la delegación venezolana fue descrita por algunas cancillerías como un “suicidio diplomático”, evidenciando el aislamiento del país incluso dentro de un foro que pretendía mostrar unidad. El evento demostró que la crisis entre Washington y Caracas no es un asunto bilateral, sino un foco de inestabilidad que impacta directamente en las relaciones de América Latina con el resto del mundo.