Además, planteó la necesidad de crear “mecanismos regionales de cooperación humanitaria” para hacer frente a las consecuencias de estas acciones.

Esta estrategia diplomática intentó consolidar un bloque de rechazo a lo que Venezuela considera una escalada militar injustificada en sus cercanías. La cumbre se convirtió en un escenario clave para visibilizar las tensiones geopolíticas, donde la ofensiva de la administración Trump fue un tema central de debate, aunque no de consenso. La postura de Venezuela fue uno de los factores que generó discrepancias en la declaración final del evento, la cual el gobierno de Maduro, junto con el de Nicaragua, se negó a suscribir. El encuentro, por tanto, no solo evidenció las divisiones entre América Latina y Europa, sino también las fracturas dentro de la propia región respecto a cómo abordar la política de mano dura de Washington.