Caracas acusa a Washington de planificar una agresión y se prepara para una posible confrontación, combinando una estrategia diplomática con una demostración de fuerza militar interna. Diplomáticamente, Venezuela solicitó una reunión de emergencia del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, con el respaldo de Rusia y China, para denunciar la "escalada de agresiones" y el "despliegue militar sin precedentes" de Estados Unidos. El embajador venezolano ante la ONU, Samuel Moncada, advirtió sobre el riesgo de un "ataque armado" en el "corto plazo", argumentando que las acciones de Washington ponen en peligro la paz en América Latina. En el plano militar, el gobierno venezolano activó el "Plan Independencia 200" en los estados costeros de Carabobo y La Guaira. Estos ejercicios, que involucran a la Fuerza Armada Nacional Bolivariana y a la milicia civil, se realizan bajo la hipótesis de una "agresión militar" estadounidense.

El presidente Maduro ha declarado que su país responderá con contundencia ante cualquier ataque, afirmando: "Si los gringos atacan, responderemos".

Los despliegues incluyen la movilización de tropas en el Aeropuerto Internacional de Maiquetía, puertos y otras infraestructuras estratégicas, así como el uso de drones y redes de vigilancia. Adicionalmente, el gobierno se prepara para un posible decreto de "estado de conmoción exterior", que otorgaría a Maduro poderes especiales para restringir derechos constitucionales y enfrentar la amenaza externa. Esta doble estrategia busca disuadir una posible intervención y, al mismo tiempo, consolidar el apoyo interno bajo una narrativa de defensa de la soberanía nacional.