En respuesta a la presencia militar estadounidense en el Caribe, el Gobierno de Nicolás Maduro ha activado ejercicios militares en sus estados costeros y ha solicitado una reunión de emergencia del Consejo de Seguridad de la ONU. Estas acciones buscan proyectar una imagen de capacidad defensiva y, a la vez, denunciar diplomáticamente lo que considera una agresión inminente. El Gobierno venezolano ha puesto en marcha el “Plan Independencia 200”, que contempla la activación de planes de defensa y ofensiva en los estados costeros de Carabobo y La Guaira, donde se ubica el principal aeropuerto del país. El ministro de Defensa, Vladimir Padrino López, afirmó que los ejercicios se realizan bajo la hipótesis de una “agresión militar” de EE.
UU.
Estos entrenamientos incluyen el despliegue de tropas, redes de vigilancia, drones y la participación de la milicia, un cuerpo civil armado afín al chavismo. El presidente Nicolás Maduro expresó en un audio: “nos vamos de frente contra el imperialismo”.
Paralelamente a la demostración de fuerza interna, Venezuela ha llevado la crisis al plano diplomático. Con el respaldo de Rusia y China, Caracas solicitó una reunión de urgencia del Consejo de Seguridad de la ONU para denunciar la “grave escalada de agresiones y despliegue militar sin precedentes de los Estados Unidos en el Caribe”. En una carta enviada a la ONU, el embajador venezolano Samuel Moncada advirtió que las acciones de Washington “ponen en riesgo la paz y la seguridad regional e internacional”. El objetivo de la reunión, según Caracas, es “determinar la existencia de una amenaza para la paz y frenar los planes de agresión”.
En resumenLa respuesta de Venezuela al despliegue estadounidense ha sido doble: por un lado, la realización de ejercicios militares para preparar una defensa territorial y, por otro, una ofensiva diplomática en la ONU para denunciar las acciones de Washington como una amenaza a la paz regional, buscando el respaldo de la comunidad internacional.