Esta movilización, considerada la mayor en la región desde la década de 1980, es interpretada por Caracas y otros actores regionales como una "amenaza directa" a la paz y la soberanía.
El despliegue incluye al menos ocho buques de guerra, un submarino de ataque rápido de propulsión nuclear, más de 4.500 soldados y diez cazas furtivos F-35B con base en Puerto Rico. Además, se ha confirmado la presencia de aeronaves del 160th Special Operations Aviation Regiment (SOAR), una unidad de élite conocida como los "Night Stalkers", que opera helicópteros MH-6M “Little Birds” y MH-60M “Black Hawk” desde plataformas navales encubiertas. Analistas militares señalan que el uso de esta unidad especializada sugiere la preparación para operaciones directas más que para simples maniobras disuasorias. Mientras la Casa Blanca justifica la operación como una campaña contra el narcotráfico, el gobierno venezolano la califica de "acoso militar" y "provocación". El ministro de Defensa venezolano, Vladimir Padrino López, denunció la incursión de aviones de combate estadounidenses a menos de 80 kilómetros de sus costas, lo que considera un riesgo para la aviación comercial y una violación de su espacio de control aéreo. La presencia militar estadounidense sirve de telón de fondo para los ataques letales contra embarcaciones, aumentando la percepción de que la región se está convirtiendo en un nuevo escenario de conflicto.












