Estados Unidos ha ejecutado una serie de ataques letales contra embarcaciones en el mar Caribe, en el marco de un amplio despliegue militar cerca de las costas de Venezuela. Estas operaciones, justificadas por Washington como una ofensiva contra el narcotráfico, han resultado en la muerte de al menos 21 personas, calificadas por el Pentágono como “narcoterroristas”. El secretario de Guerra, Pete Hegseth, confirmó los ataques, afirmando que fueron ordenados directamente por el presidente Donald Trump y que “continuarán hasta que cesen las agresiones contra el pueblo estadounidense”. El Pentágono ha difundido videos que muestran la destrucción de las lanchas rápidas mediante el uso de misiles. La ofensiva ha provocado una fuerte condena de varios países latinoamericanos.
El presidente de Colombia, Gustavo Petro, calificó los ataques como “asesinato” y una violación del principio de proporcionalidad, asegurando que en las lanchas viajan “jóvenes caribeños pobres” y no capos del narcotráfico.
Cuba también denunció la presencia militar “extraordinaria y extravagante” como una amenaza directa a la paz regional.
Por su parte, el gobierno venezolano ha denunciado el despliegue como un “asedio” y una provocación.
En una escalada retórica, Trump afirmó que los ataques han sido tan exitosos que “ya no quedan embarcaciones” en la zona y sugirió que las operaciones podrían trasladarse a tierra, lo que aumenta la tensión sobre una posible incursión en territorio venezolano.
En resumenLa ofensiva militar de Estados Unidos en el Caribe, que incluye la destrucción de presuntas 'narcolanchas' con un saldo de más de 20 muertos, ha elevado drásticamente la tensión regional. Mientras Washington defiende las acciones como una lucha contra el narcotráfico, gobiernos como los de Venezuela, Cuba y Colombia las condenan como una agresión desproporcionada que amenaza la paz en la región.