Este enfrentamiento evidencia un profundo distanciamiento entre los dos históricos aliados.

La tensión escaló después de que Petro participara en una manifestación pro-palestina en Nueva York, donde instó a los soldados estadounidenses a desobedecer las órdenes del presidente Donald Trump en relación con la ofensiva israelí en Gaza.

El Departamento de Estado de EE. UU. reaccionó revocando la visa de Petro, calificando sus declaraciones de "imprudentes e incendiarias". En respuesta, el mandatario colombiano acusó a Washington de violar el derecho internacional y las normas de inmunidad diplomática de la ONU. La crisis se profundizó cuando varios altos funcionarios colombianos renunciaron a sus visas en un acto de solidaridad.

La canciller Rosa Villavicencio, el ministro de Hacienda Germán Ávila y el secretario jurídico Augusto Ocampo anunciaron su renuncia voluntaria.

A otros, como al ministro de Minas Edwin Palma, les fue cancelada directamente la visa. Adicionalmente, la canciller Villavicencio denunció presiones de EE. UU. para la deportación de 33.000 colombianos, con la supuesta amenaza de enviarlos a Guantánamo. Este choque diplomático se suma a las críticas de Petro a los ataques de EE. UU. a lanchas cerca de Venezuela, que calificó de "asesinatos", y a la descertificación de Colombia por parte de Washington en la lucha antinarcóticos.