La administración de Donald Trump ha escalado su ofensiva en el mar Caribe, ejecutando una serie de ataques militares letales contra embarcaciones presuntamente vinculadas al narcotráfico cerca de las costas de Venezuela. Estas operaciones, que han dejado un saldo de al menos 21 muertos, han elevado drásticamente la tensión militar y diplomática en la región. Desde finales de agosto de 2025, Estados Unidos ha desplegado una considerable fuerza naval en la zona, que incluye destructores, un submarino nuclear y miles de soldados. Bajo órdenes directas del presidente Trump, el secretario de Guerra, Pete Hegseth, ha confirmado la ejecución de al menos cinco "ataques letales y cinéticos" con misiles contra lo que describen como "embarcaciones narcotraficantes afiliadas a Organizaciones Terroristas Designadas". El Pentágono ha difundido videos de los ataques, mostrando lanchas rápidas siendo destruidas por explosiones.
La justificación de Washington es que estas embarcaciones transportaban narcóticos destinados a "envenenar al pueblo estadounidense". Hegseth ha advertido que "estos ataques continuarán hasta que cesen las agresiones contra el pueblo estadounidense". La ofensiva ha sido celebrada por Trump, quien afirmó que las operaciones han sido tan efectivas que "ya no quedan navíos" en el Caribe venezolano.
Sin embargo, estas acciones han provocado una fuerte condena internacional y regional.
El presidente de Colombia, Gustavo Petro, calificó los ataques como un "asesinato", argumentando que las víctimas no son "narcoterroristas", sino "jóvenes pobres del Caribe tratando de sobrevivir económicamente". Petro contrastó la estrategia estadounidense con la de Colombia, afirmando: "Incautamos centenares de toneladas de cocaína, mucho más que lo que hacen las naves de guerra estadounidenses, sin matar a nadie". Esta divergencia de posturas evidencia una profunda fractura regional sobre la legitimidad y proporcionalidad del uso de la fuerza militar por parte de Estados Unidos.
En resumenLos ataques militares de EE. UU. en el Caribe representan una escalada significativa en su política antidrogas, transformándola en una confrontación militar directa. Mientras Washington justifica las acciones como una defensa de su seguridad nacional, países de la región como Colombia las condenan como un uso desproporcionado de la fuerza, exacerbando la inestabilidad geopolítica.