Un pilar fundamental de la estrategia de la administración Trump contra Venezuela ha sido la designación oficial de grupos criminales con presuntos vínculos venezolanos como Organizaciones Terroristas Extranjeras. Esta clasificación, aplicada al Tren de Aragua y al Cartel de los Soles, proporciona la justificación legal para una amplia gama de acciones hostiles, desde ataques militares hasta políticas migratorias restrictivas. En febrero, el gobierno estadounidense designó al Tren de Aragua y a la Mara Salvatrucha como organizaciones terroristas, y en julio añadió a la lista al Cartel de los Soles, al que vincula directamente con el gobierno de Nicolás Maduro.
Esta medida es crucial porque permite a Washington enmarcar su ofensiva como una lucha antiterrorista.
Con base en estas designaciones, la Casa Blanca ha declarado un "conflicto armado no internacional" con dichos carteles, lo que le permite tratar a sus miembros como "combatientes ilegales" y justificar legalmente los ataques letales en el Caribe.
Además, esta clasificación ha sido la base para invocar la Ley de Enemigos Extranjeros de 1798, utilizada para deportar masivamente a venezolanos sin el debido proceso, bajo el argumento de que están vinculados a una entidad terrorista. Stephen Miller, asesor de la Casa Blanca, habría promovido esta designación específicamente para sustentar las deportaciones masivas. Aunque informes de inteligencia estadounidenses han cuestionado la conexión directa entre el Tren de Aragua y el Estado venezolano, la designación sigue siendo una herramienta política y legal de gran poder para la administración Trump.
En resumenLa designación de grupos como el Tren de Aragua y el Cartel de los Soles como organizaciones terroristas es la piedra angular legal de la política de EE. UU. hacia Venezuela. Esta clasificación habilita una serie de medidas agresivas, desde ataques militares hasta deportaciones expeditas, enmarcando el conflicto como una operación antiterrorista en lugar de una disputa puramente política o diplomática.