En un hecho diplomático de gran repercusión, el Departamento de Estado de Estados Unidos anunció la revocación de la visa del presidente de Colombia, Gustavo Petro. La medida fue una represalia directa a las declaraciones del mandatario colombiano durante una manifestación pro-Palestina en Nueva York, donde instó a los soldados estadounidenses a "desobedecer la orden de Trump" en relación con la guerra en Gaza. El gobierno estadounidense calificó las acciones de Petro como "imprudentes e incendiarias", justificando así una decisión altamente inusual contra un jefe de Estado en funciones. Este incidente se suma a una serie de desencuentros entre las administraciones de Petro y Trump, que incluyen la descertificación de Colombia en la lucha antidrogas y las críticas del presidente colombiano a las operaciones militares de EE.
UU. en el Caribe.
El presidente Petro reaccionó afirmando que la medida "rompe todas las normas de inmunidad" de la ONU y que no le importaba, ya que también posee ciudadanía europea, lo que le permitiría ingresar a EE.
UU. con una autorización ESTA.
Además, propuso que la sede de la ONU se traslade a un país "neutral". La decisión generó una ola de reacciones en Colombia: funcionarios de su gobierno, como la canciller Rosa Villavicencio, renunciaron a sus propias visas en solidaridad, mientras que figuras de la oposición y gremios empresariales expresaron su preocupación por el deterioro de la relación con el principal socio comercial y aliado de Colombia.
El episodio evidencia cómo las tensiones entre EE.
UU. y Venezuela están afectando las relaciones diplomáticas en toda la región.
En resumenLa revocación de la visa del presidente Gustavo Petro por parte de Estados Unidos es una escalada diplomática mayor, directamente vinculada a su postura crítica frente a la política exterior de Trump, incluyendo sus acciones en el Caribe. El hecho ha provocado una crisis en las relaciones bilaterales y ha puesto de manifiesto las divisiones regionales en torno al conflicto entre Washington y Caracas.