En respuesta directa a las «amenazas peligrosas» y al despliegue militar de Estados Unidos en el Caribe, el presidente Nicolás Maduro firmó un decreto de «estado de conmoción externa». Esta medida, contemplada en la Constitución venezolana, le confiere poderes especiales y casi totales al Ejecutivo para actuar en materia de defensa y seguridad nacional. Según explicó la vicepresidenta Delcy Rodríguez, el decreto es de «efecto inmediato» y se activaría plenamente en caso de «cualquier tipo de agresión» por parte de Estados Unidos. Las facultades otorgadas a Maduro son amplias: le permite desplegar a la Fuerza Armada Nacional Bolivariana en todo el país, tomar militarmente infraestructuras estratégicas como industrias y servicios públicos, cerrar fronteras y activar a los 4,5 millones de milicianos que el chavismo asegura tener.
La medida tiene una vigencia inicial de 90 días, prorrogables. El gobierno venezolano presentó esta acción como un acto de defensa de la soberanía, con Maduro afirmando que «Venezuela jamás será humillada por ningún imperio».
Sin embargo, el decreto ha generado preocupación entre organizaciones de derechos humanos. El director de la ONG Acceso a la Justicia, Ali Daniels, señaló que la «principal preocupación» es la posible «suspensión o limitación de derechos que no se ajusten a la realidad», ya que la ley de estados de excepción incluye la «restricción temporal» de derechos constitucionales, y el contenido completo del decreto no ha sido publicado, lo que genera denuncias de opacidad.
En resumenEl gobierno venezolano activó un decreto de 'conmoción externa' que otorga a Nicolás Maduro amplios poderes militares y de control interno, justificándolo como una medida defensiva ante la amenaza de una agresión estadounidense, mientras que organizaciones civiles alertan sobre el riesgo para los derechos fundamentales.