Caracas sostiene que un ataque estadounidense no se limitaría a un conflicto bilateral, sino que podría desestabilizar toda la región.
El presidente Maduro ha sido enfático al señalar que cualquier agresión militar de Estados Unidos contra Venezuela desencadenaría “una guerra de proporciones continentales”. Esta advertencia, repetida en varias alocuciones, busca disuadir a Washington y a sus aliados regionales de apoyar una intervención, sugiriendo que el conflicto se extendería más allá de las fronteras venezolanas.
La vicepresidenta Delcy Rodríguez ha reforzado este mensaje, afirmando que una agresión “va a afectar todo el país, la región y al propio Estados Unidos”. Figuras políticas de la izquierda latinoamericana, como el expresidente boliviano Evo Morales, se han hecho eco de estas advertencias, sosteniendo que “Venezuela puede ser un segundo Vietnam para Estados Unidos” y que la “revolución bolivariana no está sola”. Estas declaraciones forman parte de la estrategia diplomática de Venezuela para construir un frente de rechazo a las acciones estadounidenses, presentando el conflicto no como un asunto interno, sino como una amenaza a la paz y la estabilidad de toda América Latina. La narrativa de un conflicto regional busca aumentar los costos políticos de una intervención para Estados Unidos, al tiempo que intenta consolidar el apoyo de gobiernos y movimientos sociales afines en el continente.