La piedra angular de la estrategia de la administración Trump contra Venezuela es la acusación de que el país funciona como un “narcoestado” liderado por el propio Nicolás Maduro y una red criminal conocida como el “Cartel de los Soles”. Esta narrativa es utilizada para justificar la presión militar, las sanciones y la política de cambio de régimen. Funcionarios estadounidenses, como Marco Rubio y Stephen Miller, afirman que Maduro no es un jefe de Estado, sino el líder de un cártel que utiliza las estructuras gubernamentales para facilitar el tráfico de drogas. En este contexto, el despliegue militar en el Caribe se presenta como una operación necesaria para la seguridad nacional de Estados Unidos, destinada a interceptar drogas y desmantelar estas redes. La administración Trump ha designado a grupos como el Tren de Aragua como organizaciones terroristas extranjeras, vinculándolas al régimen de Maduro para fortalecer su argumento de una “incursión depredadora” en territorio estadounidense.
Miller declaró que “es un cártel de la droga el que gobierna Venezuela… no es un gobierno”.
Por su parte, el gobierno venezolano ha negado consistentemente estas acusaciones.
Maduro ha insistido en que su país no exporta drogas y que las afirmaciones de Washington son “fake news” o “perversas mentiras” diseñadas para justificar una agresión. En una carta enviada a Trump, Maduro habría asegurado que solo un pequeño porcentaje de la droga que sale de Colombia transita por Venezuela y que sus autoridades destruyen la mayor parte.
Esta confrontación de narrativas define el conflicto: para EE.
UU., es una lucha contra un narcoestado; para Venezuela, es una defensa contra el imperialismo que utiliza falsos pretextos.
En resumenLa caracterización de Venezuela como un 'narcoestado' dirigido por el 'Cartel de los Soles' es el principal argumento de Estados Unidos para legitimar su política de máxima presión, una acusación que Caracas rechaza como un pretexto para una intervención.