Estos incidentes han sembrado el temor entre los pescadores venezolanos, quienes ahora salen a faenar con miedo.

La controversia se profundiza por la falta de pruebas públicas presentadas por Washington que confirmen que todas las embarcaciones contenían estupefacientes o que sus tripulantes estaban armados, lo que alimenta la narrativa venezolana de una agresión indiscriminada contra civiles.