El operativo estadounidense incluye al menos ocho buques de guerra, entre ellos tres destructores de la clase Arleigh Burke equipados con misiles Tomahawk, un submarino de propulsión nuclear y miles de efectivos de la marina. Oficialmente, Washington justifica el despliegue como una misión para combatir el narcotráfico procedente de Suramérica.

En el marco de esta operación, las fuerzas estadounidenses han destruido al menos tres lanchas rápidas que, según la Casa Blanca, transportaban drogas y narcotraficantes desde Venezuela, con un saldo de al menos catorce muertos. El gobierno de Nicolás Maduro ha denunciado estos ataques como un “ajusticiamiento” de pescadores y una “guerra no declarada”. La tensión se ha visto incrementada por pruebas de misiles balísticos Trident II D5LE desarmados por parte de la Marina estadounidense frente a la costa de Florida, cuyo resplandor fue visible desde Puerto Rico.

Aunque el Pentágono calificó estos lanzamientos como rutinarios, su ejecución en medio del tenso clima caribeño ha sido interpretada como una demostración de fuerza dirigida a Caracas.