El gobierno de Donald Trump argumenta que Colombia “incumplió manifiestamente” sus obligaciones internacionales antinarcóticos.

La reacción del presidente Petro fue contundente, calificando la medida como una injusticia y un insulto, y afirmando que la guerra contra las drogas ha fracasado. En este contexto, la situación de Venezuela es un factor clave. La descertificación de ambos países refuerza la narrativa estadounidense de una región fallida en el combate al crimen organizado, lo que a su vez justifica el masivo despliegue militar en el Caribe. La canciller de Colombia, Rosa Villavicencio, conectó ambos temas al criticar la “presencia desproporcionada militar en la región”, sugiriendo que la operación estadounidense va más allá de la lucha antidrogas y se enmarca en la presión sobre Venezuela.

Por su parte, el embajador de EE. UU. en Bogotá, John McNamara, calificó el momento de la relación bilateral como “delicado” y exigió a Colombia restablecer “con urgencia” las extradiciones de narcotraficantes.

Esta presión sobre Colombia, un aliado histórico, se produce mientras Washington intensifica sus acciones contra Venezuela, creando un escenario en el que las políticas antidrogas se entrelazan con objetivos geopolíticos más amplios.