En paralelo a la escalada militar, la administración Trump está librando una batalla legal para retirar el Estatus de Protección Temporal (TPS) a más de 300.000 migrantes venezolanos. Esta medida, de concretarse, permitiría la deportación masiva de venezolanos y añade una fuerte presión en el frente migratorio. La política migratoria del gobierno de Trump hacia los venezolanos presenta una profunda contradicción. Mientras condena la situación en Venezuela, busca activamente eliminar las protecciones que impiden la deportación de cientos de miles de sus ciudadanos. El Ejecutivo ha solicitado por segunda vez en 2025 al Tribunal Supremo que emita una orden de emergencia para poder retirar el TPS, un programa que fue extendido durante la administración anterior en respuesta a la inestabilidad en Venezuela. La secretaria de Seguridad Nacional, Kristi Noem, argumentó que permitir que los venezolanos permanezcan en Estados Unidos sería “contrario al interés nacional” y advirtió sobre un potencial “efecto llamada”.
Esta postura choca con la retórica de apoyo a la oposición venezolana y a quienes huyen del país. La medida ha sido bloqueada por tribunales de menor instancia, pero la insistencia de la administración ante el máximo tribunal demuestra su determinación. Para los demandantes y beneficiarios del TPS, la decisión de anular las protecciones no solo contraviene la Ley de Procedimiento Administrativo, sino que también estaría motivada por razones políticas y raciales. Si el Tribunal Supremo falla a favor del gobierno, se abriría la puerta a la deportación de una comunidad que, en gran medida, ha huido de la misma crisis que Washington dice denunciar.
En resumenLa ofensiva legal para eliminar el TPS a los venezolanos revela una política migratoria de mano dura por parte de la administración Trump. Esta medida, que podría resultar en la deportación de 300.000 personas, añade una dimensión humanitaria crítica a las tensiones bilaterales y contradice el discurso de apoyo a los venezolanos que huyen de la crisis.