El mandatario exigió que Venezuela acepte “inmediatamente a todos los presos y a las personas de instituciones mentales” que, según él, fueron obligados a entrar en Estados Unidos. La amenaza, escrita en mayúsculas para enfatizar su gravedad, declara que si Caracas no cumple, “el precio que pagarán será incalculable”.

Esta retórica se enmarca en una estrategia de máxima presión que combina lo militar con lo migratorio. La declaración de Trump no es un hecho aislado; se produce en un contexto de creciente hostilidad, que incluye el despliegue naval en el Caribe y acusaciones de narcotráfico contra el alto gobierno venezolano. Analistas sugieren que esta medida busca acorralar al gobierno de Maduro en múltiples frentes, utilizando la crisis migratoria como una palanca de negociación y coerción. La exigencia de recibir a deportados, especialmente a aquellos que Trump describe como criminales, añade un elemento de estigmatización y busca presentar al gobierno venezolano como una fuente de inestabilidad regional. La dureza del lenguaje y la falta de canales diplomáticos funcionales hacen que la amenaza de consecuencias “incalculables” sea percibida como un presagio de nuevas sanciones o acciones punitivas por parte de Washington.