Washington acusa a altas figuras del gobierno venezolano, incluido Nicolás Maduro, de liderar el “Cartel de los Soles”, una supuesta organización criminal transnacional. Además, vincula a bandas como el Tren de Aragua con el régimen, designándolas como “organizaciones narcoterroristas”.

Bajo esta premisa, los ataques letales a embarcaciones son presentados como golpes necesarios contra amenazas a la seguridad nacional de EE.

UU.

El presidente Trump ha afirmado que las lanchas destruidas transportaban cocaína y fentanilo para “envenenar a los estadounidenses”, utilizando la crisis de opioides como justificación para una política de mano dura en la región. Por otro lado, el gobierno de Venezuela rechaza categóricamente estas acusaciones, calificándolas de “mentiras” y de ser un pretexto para una intervención militar. Nicolás Maduro sostiene que el verdadero objetivo de Washington es apoderarse de las vastas reservas de petróleo y gas del país. Para Caracas, el despliegue naval es una “agresión integral” y un “asedio” que busca forzar un “cambio de régimen” e imponer un “gobierno títere”. El ministro Diosdado Cabello negó que los ocupantes de las lanchas atacadas tuvieran vínculos con el narcotráfico, calificando los incidentes de “asesinatos”.

Esta narrativa de defensa de la soberanía frente a una agresión imperialista es la que sustenta sus maniobras militares y sus denuncias ante organismos internacionales.