Actores globales como China también han intervenido, respaldando a Caracas y criticando las acciones de Washington como una amenaza a la estabilidad regional.

La escalada militar en el Caribe ha puesto en alerta a los países vecinos. Embajadores en Caracas de naciones como Colombia, Cuba, Bolivia, México y Brasil expresaron formalmente su preocupación por el despliegue estadounidense y hicieron un llamado a preservar la paz. El presidente de Colombia, Gustavo Petro, fue enfático al declarar que no permitirá el uso de su territorio para una eventual invasión a Venezuela, una postura que busca distanciar a su gobierno de cualquier aventura militar en la región. A pesar de las diferencias ideológicas con el gobierno de Maduro, la mayoría de los líderes latinoamericanos coinciden en que la solución a la crisis venezolana debe ser pacífica y negociada, no militar. En el ámbito global, la intervención de China ha sido notable. Pekín ha respaldado firmemente a Venezuela, condenando las acciones de Estados Unidos, como el abordaje del pesquero “Carmen Rosa”, por violar el derecho internacional. Este apoyo posiciona el conflicto del Caribe dentro de la más amplia rivalidad geopolítica entre Washington y Pekín, donde América Latina se convierte en un escenario de disputa de influencias. La crisis, por tanto, no es solo un enfrentamiento bilateral, sino un reflejo de las tensiones de un orden mundial en reconfiguración.