Según el mandatario, el objetivo final de Washington es desestabilizar Venezuela para “apoderarse y robarnos el petróleo, el gas, el hierro y todo”.
Esta retórica es compartida por las principales figuras del chavismo.
Diosdado Cabello, una de las voces más influyentes del gobierno, declaró sentirse “asediado y agredido” y acusó a EE.
UU. de librar una “guerra psicológica” para debilitar a la Fuerza Armada Nacional Bolivariana. El gobierno venezolano ha insistido en que las acusaciones de narcotráfico son “mentiras” y que los videos de los ataques a embarcaciones son fabricados para justificar una intervención. Esta narrativa de una agresión inminente ha sido utilizada por el oficialismo para unificar a sus bases, justificar la movilización militar interna y presentarse como el defensor de la soberanía nacional frente a una amenaza imperial. La denuncia de un plan de cambio de régimen busca enmarcar la crisis no como un conflicto interno, sino como una confrontación directa con una potencia extranjera, una estrategia discursiva recurrente en la historia del chavismo.