Consultado por la prensa sobre si Estados Unidos decidiría invadir Venezuela, Trump respondió con un escueto pero significativo: “Veremos qué pasa”.
Esta declaración, realizada en Nueva Jersey, se suma a una serie de acciones y comentarios que han elevado la tensión. El presidente ha sido el principal promotor de la narrativa que califica a Maduro como líder del “Cartel de los Soles” y ha justificado el despliegue militar en el Caribe como una necesidad para la seguridad nacional estadounidense. Su gobierno ofrece una recompensa de 50 millones de dólares por la captura de Maduro y ha intensificado las sanciones económicas. Aunque la Casa Blanca no ha anunciado formalmente una invasión, el secretario de Guerra, Pete Hegseth, insinuó que “no les preocuparía que Maduro cayera” y afirmó que el líder venezolano tiene “muchas decisiones que tomar”. Esta retórica, combinada con el despliegue de una de las mayores flotas navales en la región desde los años 80 y los ataques directos a embarcaciones, es interpretada por Caracas como la antesala de una agresión militar. El propio Trump ha enmarcado la situación como una lucha contra “narcoterroristas” que envían drogas para “matar a estadounidenses”, un discurso que podría ser utilizado para justificar futuras acciones militares bajo el pretexto de la defensa nacional.