El despliegue, considerado uno de los mayores en la región desde la década de 1980, incluye al menos ocho buques de guerra equipados con misiles, un submarino de propulsión nuclear, diez aviones de combate F-35 enviados a una base en Puerto Rico y aproximadamente 4.500 marines. El secretario de Guerra de EE. UU., Pete Hegseth, dirigiéndose a las tropas, enfatizó que no se trata de un "ejercicio de entrenamiento" sino de una operación real. La justificación oficial de Washington es la lucha contra el narcotráfico, acusando al gobierno de Nicolás Maduro de liderar el "Cartel de los Soles". Sin embargo, varios artículos sugieren que la operación es un ejemplo de "militarismo performativo", una exhibición de fuerza diseñada para el consumo interno y para presionar por un cambio de régimen en Caracas, con el secretario de Estado Marco Rubio señalado como el "verdadero arquitecto de la agenda belicista". La movilización ha generado apoyo de algunos actores regionales como Trinidad y Tobago y Francia, mientras que el presidente brasileño Lula da Silva la ha calificado como un "factor de tensión".

El gobierno venezolano, por su parte, la considera una "amenaza directa" y un pretexto para una "escalada bélica en el Caribe".